La duodécima Lección de la Madre

“Dios vino a esta tierra a servir. El corazón de servirnos unos a otros sin desear ser servidos, es aquel con el que Dios se complace.”

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Nuestro Dios mismo nos dio un ejemplo de fe al mostrarnos lo que debemos hacer. Un ejemplo es servir a los demás. Dios es el más honorable y santo que merece ser servido por todas las criaturas en todo el universo. Sin embargo, nos sirvió. Debemos seguir ese ejemplo establecido por Dios y servir a nuestros hermanos.

“Hubo también entre ellos una disputa sobre quién de ellos sería el mayor. Pero él les dijo: Los reyes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que sobre ellas tienen autoridad son llamados bienhechores; mas no así vosotros, sino sea el mayor entre vosotros como el más joven, y el que dirige, como el que sirve. Porque, ¿cuál es mayor, el que se sienta a la mesa, o el que sirve? ¿No es el que se sienta a la mesa? Mas yo estoy entre vosotros como el que sirve.” Lc. 22:24-27

“Vosotros me llamáis Maestro, y Señor; y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros. Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis.” Jn. 13:13-15

Sin embargo, servir a los demás no significa estar dedicado a los demás incondicionalmente. La forma de “servir” a los demás es cuidarlos con respeto y consideración. Podemos servir a nuestros hermanos teniendo cortesía, ayudándoles a superar sus dificultades, concediéndoles con consideración (aunque tengamos que sacrificarnos) y amando y cuidando a los que son débiles en la fe para que comprendan al verdadero Dios y tengan esperanza en el cielo.

El amor de Dios está contenido en la enseñanza: “Sírvanse unos a otros”. Dios quiere exaltarnos en el cielo. El que es humilde y sirve a los hermanos puede llegar a ser grandioso y exaltado en el cielo. Aunque las personas en este mundo pueden tratar de ser exaltadas y ejercer su poder, nunca debemos seguir su ejemplo. En lugar de ser exaltados momentáneamente en esta tierra, es mucho mejor humillarnos y servir a los hermanos para que podamos convertirnos en sacerdotes reales del cielo. Comprendiendo la bendición de servir a los demás, sirvámonos unos a otros con amor y consideración para que podamos agradar a nuestro Dios y recibir las bendiciones del cielo, practicando el verdadero servicio.