La lengua es un miembro pequeño

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Así como una gran nave es dirigida por un pequeño timón para navegar en el vasto mar, nuestra lengua, aunque es un miembro pequeño del cuerpo, puede desempeñar un rol importante cuando la usamos (Stg 3:2-6). La lengua tiene el poder de dar vida o traer muerte. Un mal uso de la lengua puede conducir a la ruina, pero si la usamos sabiamente puede traer prosperidad. Así de grande es el poder de la lengua. Cuando se usa para el bien, se convierte en lo mejor. Sin embargo, una lengua utilizada para cosas malas puede ser muy desafortunada. Los que tienen una lengua dura provocan discordia. Así como a la gente le gusta comer alimentos blandos, lo mismo sucede con las palabras amables.

A través de las palabras llenas de gracia de Dios, hemos recibido la vida eterna. Debemos usar nuestra lengua para el bien y para Dios que nos la dio. En el libro del Génesis, la serpiente usó su lengua para decir mentiras desde el principio de la creación (Gn 2:16-17, 3:1-6). Ser tentado por una lengua mentirosa también es pecado. Debemos centrar nuestra fe en torno a la palabra de Dios. Sin embargo, como somos sometidos a pruebas, las palabras que nos justifican pueden sonar más atractivas que la palabra de Dios. Si uno es tentado dulcemente, incluso las cosas malas pueden parecer buenas, llevándolo a olvidar la palabra de Dios, por lo que debemos tener cuidado.

Si uno comienza a quejarse, ya ha recibido una invitación del diablo. Escuchar el resentimiento y las quejas puede hacernos perder la gratitud hacia Dios (1 Co 10:9-12). Una sola palabra de queja puede hacer que un miembro cercano e incluso todos los miembros se quejen. No debemos seguir a la lengua que constantemente se queja sin escuchar la palabra de Dios.

Los hijos de Dios deben hablar palabras que sean buenas para dar gracia a los oyentes, en lugar de palabras corrompidas que provocan tentación (Ef 4:29). Cuando damos gracias a Dios que nos ha salvado, los hermanos se verán bien y nuestra verdad se verá buena. “Nuestros hermanos no son codiciosos y se esfuerzan por salvar al menos un alma más. Realmente se parecen a los ángeles”. “Estamos dirigiéndonos al cielo sin preocupaciones; ¡que felices somos!”. Si siempre comparten esas palabras, pensarán a menudo: “Soy realmente feliz”. Esta es una lengua suave.

En lugar de palabras ásperas, digamos siempre palabras amables y llenas de gracia que beneficien a los demás y les den alegría (Pr 15:1-2). Los conflictos dentro de la familia, incluso entre cónyuges o con los hijos, surgen todos del uso de las palabras. En la vida social y en la vida de la iglesia, decir palabras amables y llenas de gracia que calmen la ira de la otra persona es un acto de amor. Donde se intercambian buenas y hermosas palabras florece la risa. ¿No es cierto que compartir palabras buenas y hermosas trae felicidad?

Ahora, seamos una lengua que busque a Dios, espere en Dios y ore a Dios para el arrepentimiento (Ro 14:11). El publicano ofreció una oración de arrepentimiento, mientras que el fariseo se jactaba de sí mismo (Lc 18:10-14). Una lengua ofreció una oración que no conducía a la salvación, mientras que la otra lengua ofreció una oración que agradó mucho a Dios. Dios aceptó la humilde oración del publicano, cuando dijo: “Soy pecador”. El tiempo en que damos gracias a Dios, pedimos su ayuda, nos arrepentimos y oramos es el tiempo cuando usamos nuestra lengua más hermosamente.

Dios ha prometido concedernos el hermoso reino de los cielos como herencia a los que aman a Dios y guardan su palabra, que son cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre (Jn 14:23-24, 1 Co 2:9). Ya que hemos sido salvos, nuestra lengua siempre debe regocijarse. Dios nos ha dado la salvación y nos ha permitido ir al cielo. Espero que oren sin cesar, den gracias en todo, glorifiquen mucho al Padre Ahnsahnghong y lleven muchos buenos frutos.