La undécima Lección de la Madre

“El sacrificio es un proceso que se requiere para ser una gran vasija.”

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Dios nos comparó con vasijas. No podemos contener muchas frutas en una vasija pequeña. Del mismo modo, aunque queramos recibir bendiciones y servir como grandes obreros del evangelio, no podemos recibir estas bendiciones si somos vasijas pequeñas. Solo si tenemos una gran vasija podemos abrazar muchas almas y recibir grandes bendiciones del Espíritu Santo.

Sin embargo, el proceso para ensanchar y profundizar las vasijas requiere mucho sufrimiento y refinamiento. Hay muchas almas en Sion; se necesita sacrificio para tolerar y abrazar a muchas almas. Algunos acaban de comenzar su vida de la fe, por lo que debemos considerarlos y cuidarlos; y otros tienen un carácter áspero y sin refinar. Necesitamos sacrificarnos para guiarlos por el camino correcto de la fe y abrazarlos con amor. Por lo tanto, debemos sacrificarnos por nuestros hermanos si realmente queremos convertirnos en grandes vasijas.

Los que piensan solo en sí mismos no son grandes vasijas. Aquellos que se sacrifican por los hermanos y se enfrentan con alegría a las dificultades para salvar almas moribundas, son grandes vasijas con las que Dios se complace. Entendiendo que Dios nos da breves momentos de sufrimiento para darnos grandes bendiciones al final, soportemos los sacrificios con agrado, seamos vasijas más grandes y recibamos aún más frutos y bendiciones del Espíritu Santo.