¿Haciendo qué cosa heredaré la vida eterna?

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Gracias al arduo trabajo y la unidad de los miembros de Sion, ahora estamos llevando abundantes frutos del evangelio en todo el mundo. Creo que el Padre nos dio buenos resultados porque nos apoyamos mutuamente y practicamos el amor que da alegría al Padre celestial.

Cuando alguien le preguntó: “¿Haciendo qué cosa heredaré la vida eterna?”, Jesús respondió con la parábola del buen samaritano. En la parábola, un sacerdote y un levita se encontraron con un hombre moribundo en el camino, pero pasaron de largo. Por el contrario, el samaritano se encontró con la misma escena en su viaje. Movido a misericordia, cuidó de él sin dudarlo. Entonces, ¿quién de estos tres recibirá la vida eterna? El samaritano que tuvo misericordia de él (Lc 10:25-37).

Mostrar misericordia a los demás es importante. A pesar de que el sacerdote y el levita guardaban estrictamente los mandamientos de Dios, pasaron de largo del hombre moribundo. Cuando examinamos profundamente los mandamientos de Dios, descubrimos el amor dentro de ellos. Sin embargo, ya que el sacerdote y el levita simplemente guardaban los mandamientos de Dios superficialmente, carecían de amor. La Biblia enfatiza la importancia de la fe y la esperanza, pero el mayor de todos es el amor. También señala que el amor cumple la ley (1 Co 13:13, Ro 13:8-10).

Nuestro Padre celestial, movido a misericordia, vino a la tierra por amor a nosotros. Él se apiadó de las almas destinadas al infierno debido a los pecados que cometieron en el cielo. Dios, que no muere, se vistió de la carne como espinas, soportando la crucifixión para expiar nuestros pecados que merecen la muerte. Del mismo modo, debemos sentir misericordia por los miembros de nuestra familia de Sion. Sin misericordia, no podremos amar a los miembros de nuestra familia de Sion, y sin amor, la predicación también se obstaculizará. La misericordia nos insta a cuidar a las almas moribundas. Si no tenemos misericordia, podemos hablar desconsideradamente, causando daño; pero si tenemos misericordia, nos abstendremos de hablar palabras que puedan herir a los demás, por miedo de lastimarlos. Esto es amor.

El Padre celestial dijo: “Como yo os he amado, que también os améis unos a otros” (Jn 13:34). El amor que el Padre nos dio es sacrificado, ya que Él se sacrificó para salvarnos. Solo cuando apreciamos a nuestros hermanos y los amamos como a nosotros mismos como el Padre lo hizo, podemos salvar a las almas. Dios quiere conocimiento de Él, es decir, conocimiento de su amor, más que los sacrificios; y quiere misericordia y bondad (Os 6:6). Si conocen a Dios, aprenderán el amor de Dios. Está escrito que de nada nos sirve si no tenemos amor, aunque entreguemos nuestro cuerpo para ser quemado. El amor más grande es guiar a la gente a recibir la bendición de la vida eterna y llevarlos al reino de los cielos. El amor es paciente, no hace nada indebido y todo lo soporta (1 Co 13:1-7).

Hoy en día, en medio de numerosas calamidades y diversas dificultades, la gente lucha por vivir. Todo el mundo anhela el reino de los cielos, donde hay vida eterna y rebosa la felicidad, sin tristeza ni dolor. Sin embargo, muchos no logran alcanzarlo porque no conocen la verdad que los guía allí. Ellos sufren de hambre de oír las palabras de Dios y sed del amor de Dios (Am 8:11-13). Debemos predicarles diligentemente la Pascua que contiene la bendición de la vida eterna, teniendo misericordia de ellos. No es suficiente simplemente transmitir la verdad; debemos cuidarlos con amor hasta que crezcan en la fe para practicar la palabra de Dios. Para resistir las asechanzas del diablo, siempre debemos vestirnos de toda la armadura de Espíritu Santo de Dios, y asegurarnos de que los miembros de nuestra familia hagan lo mismo (Ef 6:10-17). Para hacerlo, debemos prestar atención a la palabra de Dios (1 Ti 6:3-6). ¿Acaso no es amor desear dar el alimento espiritual al menos a un alma para traerla a la vida?

¿Qué debemos hacer para recibir la vida eterna? Si guardamos la Pascua tendremos vida eterna. La Pascua es el árbol de la vida, el cual es Dios y el amor. Así como Dios nos guía con su amor y misericordia, esforcémonos por salvar almas con amor. Compartamos la bendición de la vida eterna a través de la Pascua, y también mostremos misericordia. Si cuidamos con misericordia a cada alma con un corazón cálido de amor como el buen samaritano, entonces, en lo más profundo de las emociones, nacerán abundantes frutos del evangelio. Demos gracias al Padre por salvarnos y hacernos obreros del evangelio, y culminemos el evangelio del reino con amor y unidad. Creyendo firmemente que el Padre cumplirá sus promesas, practiquemos las palabras de Dios y recibamos abundantes bendiciones. Espero que reciban muchas recompensas y coronas brillantes en el reino de los cielos.