Humillaos, para que yo os exalte cuando fuere tiempo

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Todos quieren ser exaltados. Hay muchos casos en los que el daño mutuo y la falta de armonía surgen por no ser exaltado.

Dios desea que seamos la luz del mundo y también que recibamos mucho amor de Él, por eso nos enseña la humildad. Ya que Él es el Rey del cielo y el Dios Altísimo, no hay nada por lo que pueda ser humillado. Sin embargo, Él eligió venir a esta tierra en la forma de un simple hombre, dándonos ejemplo de mansedumbre y humildad. Diciendo: “Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón” (Mt 11:28-29), Dios nos manda a ser humildes durante nuestra vida de la fe en la tierra, prometiendo exaltarnos a su debido tiempo (1 P 5:6).

¿Creen que Dios nos dice que nos humillemos porque encuentra gozo en ver que sus hijos se humillan? La humildad es un proceso para ser exaltados por Dios en el cielo. Cuando somos humildes, podemos recibir honor y amor. Cuando tememos a Dios con humildad, podemos recibir gloria, riqueza y vida (Pr 15:33, 22:4).

Todos los conflictos y las malas acciones surgen debido a la falta de humildad. La gente arrogante se niega a escuchar a los demás, centrándose únicamente en sus propios intereses y considerándose justos. Sin nacer de nuevo, no podemos entrar en el reino de los cielos. Por eso, Dios mismo, que es justo, nos concedió su carne y su sangre para transformarnos en su hermosa naturaleza (Jn 3:3). Siendo un solo cuerpo con Dios, debemos tener el mismo sentir y ser humildes, estimando a los demás como superiores a nosotros mismos, no buscando nuestros propios intereses, sino también los intereses de los demás (Fil 2:2-9).

Dios salva a los humildes y escucha los deseos de los humildes (Job 22:29, Sal 10:17). Para llevar el fruto del amor, debemos ser humildes. No puede haber amor sin humildad. Todas las personas están destinadas a morir a causa de sus pecados, pero Dios derramó su sangre como el Cordero de la Pascua por todos los pecadores, para que puedan tener vida eterna. Por lo tanto, el amor más grande es animar a la gente a guardar la Pascua. Dios nos dijo que compartiéramos este amor. Podemos compartir este amor cuando somos humildes.

El apóstol Pablo era un hombre con las mejores calificaciones en muchos aspectos: su educación, riqueza, poder y honor, así como su ciudadanía romana, que era envidiada por la gente de su época. Sin embargo, cuando comenzó a predicar el evangelio, siendo llamado por Dios, abandonó la arrogancia y predicó con humildad y lágrimas (Hch 20:17-20). Aunque pasó frío, desnudez y hambre, y fue azotado muchas veces, conocía el valor del cielo, por lo que no consideraba las dificultades como tales, sino que solo se preocupaba por la iglesia y por los santos.

Así como Dios fue perseguido cuando vino a esta tierra para predicar el evangelio, nosotros, los herederos de Dios, debemos sufrir dificultades en esta tierra como seres humildes (Ro 8:16-18). Aquellos que reciben premios trabajan más duro que los demás. En el evangelio, aquellos que trabajan duro como Pablo recibirán grandes recompensas en el cielo.

Los personajes bíblicos obtuvieron la victoria a través de la humildad y también sufrieron grandes pérdidas debido a la arrogancia. Después de que Saúl fue llamado por Dios y se convirtió en rey de Israel, olvidó su humildad y cometió el pecado de desobedecer la palabra de Dios. Dios se arrepintió de haberlo hecho rey y lo dejó (1 S 15:10-19). Como resultado, un espíritu malo vino sobre Saúl, y el trono del rey fue entregado a David, que era humilde.

Estos casos están escritos en la Biblia para mostrarnos la promesa de Dios: “No gobiernen sobre los santos, sino sírvanlos con humildad. Si los sirven, serán exaltados en el cielo”. Cuando vayamos al cielo después de ser transformados en la gloriosa imagen de Dios, Él nos exaltará y nos hará “real sacerdocio” (Fil 3:20-21, 1 P 2:9). Sirvamos con humildad a muchas personas y prediquemos la palabra de amor al mundo donde el amor se ha enfriado. De esta manera, seamos hijos de Sion que sean elogiados como hijos de Dios por la gente del mundo, y glorifiquemos a Dios Ahnsahnghong.