- “Aunque alguien hiera sus sentimientos, perdónelo con un corazón servicial. Si considera a los demás mejores que a sí mismo, podrá servirles”.
- “Si perdonamos a nuestros hermanos, Dios nos perdonará y nos llevará al cielo”.
- “Incluso cuando estamos enfadados, debemos tener paciencia y perseverar, pensando primero: ‘¿El Padre celestial encontrará mi comportamiento agradable o preocupante?’”.
“Aunque alguien hiera sus sentimientos, perdónelo con un corazón servicial. Si considera a los demás mejores que a sí mismo, podrá servirles”.
Entre las personas, hay algunas con personalidad de botella de gaseosa y otras con personalidad de botella de agua. Cuando agitamos una botella de gaseosa, se abre con un “pop”, salpicando incluso a quienes están cerca. Por el contrario, aunque agitemos una botella de agua, no produce burbujas ni molesta a los demás. No adoptemos una personalidad apresurada e impaciente como la gaseosa, sino cultivemos una disposición tranquila y serena como el agua.
“Porque vosotros, hermanos, […] servíos por amor los unos a los otros. […] Pero si os mordéis y os coméis unos a otros, mirad que también no os consumáis unos a otros.” Ga 5:13-16
Dentro de nosotros coexiste una disposición pecaminosa incapaz de resistir los impulsos, que conducen a la ira y a la creación de discordia, paralelamente a la del Espíritu Santo de Dios. Debemos vivir según el Espíritu Santo. Aunque alguien hiera sus sentimientos, perdónelo con un corazón servicial. Si considera a los demás mejores que a sí mismo, podrá servirles.
“Si perdonamos a nuestros hermanos, Dios nos perdonará y nos llevará al cielo”.
El verdadero amor implica perdonar. Si perdonamos a nuestros hermanos, Dios nos perdonará y nos llevará al cielo (Mt 6:14-15). La Biblia nos asegura que Dios no juzgará nuestros pecados sino que nos bendecirá generosamente como medida buena, apretada y remecida si nos abstenemos de juzgar a los demás y los perdonamos (Lc 6:37-38). Los padres recompensan a sus hijos cuando los complacen. Por lo tanto, para recibir las abundantes bendiciones de Dios, debemos esforzarnos por ser buenos hijos.
“Incluso cuando estamos enfadados, debemos tener paciencia y perseverar, pensando primero: ‘¿El Padre celestial encontrará mi comportamiento agradable o preocupante?’”.
Dios dijo: “Si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial” (Mt 6:14). Dado que Dios nos ha enseñado la necesidad de nacer de nuevo para ver el cielo, para ir allí debemos renunciar a los deseos terrenales y seguir al Espíritu Santo, transformándonos de un carácter de discordia a uno de armonía y unidad.
Incluso cuando estamos enfadados, debemos tener paciencia y perseverar, pensando primero: “¿El Padre celestial encontrará mi comportamiento agradable o preocupante?”. Dios vino a esta tierra para transformarnos de seres pecadores a su hermosa imagen. Si abrazamos el corazón sacrificado de Cristo, el cual, siendo en forma de Dios, tomó forma de siervo, hecho semejante a los hombres, podemos unirnos y entrar en el cielo.
“Nada hagáis por contienda o por vanagloria […]. Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, […] sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; […] se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz […], porque Dios es el que en vosotros produce […]. Haced todo sin murmuraciones y contiendas […]” Fil 2:3-16