- “Para dar amor, debemos tener un corazón hermoso, realizar acciones compasivas, usar buenas palabras y ser amables con nuestro prójimo necesitado”.
- “Puesto que Dios es luz, como hijos de la luz, deben alumbrar el amor de Dios y la luz de la verdad sobre muchas personas para salvarlas”.
- “Los hijos se parecen a sus padres. Los hijos de Dios deben renacer en el amor pareciéndose a Dios”.
- “Cuando su carácter cambia maravillosamente, se convierte en la imagen de un ángel perfecto”.
“Para dar amor, debemos tener un corazón hermoso, realizar acciones compasivas, usar buenas palabras y ser amables con nuestro prójimo necesitado”.
El amor es sufrido y benigno. El amor no se envanece ni es rudo. El amor no es buscar nuestro propio beneficio sino pensar primero en los demás (1 Co 13:4-7). En todo aspecto, incluyendo nuestras palabras y acciones, debemos ser la sal y la luz del mundo como hijos de Dios.
Estamos brindando el verdadero amor al compartir el amor que permite vivir eternamente, la Pascua que guía a las personas a la vida eterna. Para dar ese amor, debemos tener un corazón hermoso, realizar acciones compasivas, usar buenas palabras y ser amables con nuestro prójimo necesitado. Pongámoslo en práctica. Tanto amar como dar se convierten en hábitos cuando los practicamos. Si oramos y practicamos, Dios verá esos esfuerzos y nos transformará hermosamente como sus hijos.
De la palabra de la Madre: “Es necesario nacer de nuevo para entrar en el reino de los cielos”
“Puesto que Dios es luz, como hijos de la luz, deben alumbrar el amor de Dios y la luz de la verdad sobre muchas personas para salvarlas”.
El Padre vino a esta tierra a buscar lo que se había perdido y siempre predicó el evangelio en cualquier circunstancia. Puesto que Dios es luz, como hijos de la luz, deben alumbrar el amor de Dios y la luz de la verdad sobre muchas personas para salvarlas. Si creen en Dios que recompensa y predican su palabra a tiempo y fuera de tiempo, escuchen o dejen de escuchar, serán recompensados.
“[…] que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina. […] Pero tú sé sobrio en todo, soporta las aflicciones, haz obra de evangelista, cumple tu ministerio. […]” 2 Ti 4:1-8
Si predican el evangelio del nuevo pacto, su alma que está destinada a ir al infierno recibirá la vida eterna e irá al cielo, y también recibirán la herencia celestial como el real sacerdocio. Todo lo que hagamos será recompensado en el cielo.
De la palabra de la Madre: “Su recompensa será grande en el cielo”
“Los hijos se parecen a sus padres. Los hijos de Dios deben renacer en el amor pareciéndose a Dios”.
Los hijos se parecen a sus padres. Los hijos de Dios deben renacer en el amor pareciéndose a Dios (Jn 3:3). Por los hijos que cometieron pecados mortales en el cielo y estaban destinados a la muerte eterna, Dios sacrificó su propia vida, muriendo en nuestro lugar. A través de su preciosa sangre de expiación, nos ha rescatado. Así, Él nos ha concedido el amor más grande. Debido a que conocemos este amor, creemos en Dios, lo seguimos y vamos al cielo.
Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios. El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor. 1 Jn 4:7-8
De la palabra de la Madre: “Es necesario nacer de nuevo para entrar en el reino de los cielos”
“Cuando su carácter cambia maravillosamente, se convierte en la imagen de un ángel perfecto”.
“edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo, en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor; en quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu.” Ef 2:20-22
Estamos conectados y edificados en el templo espiritual celestial dentro de la voluntad del Espíritu Santo. Dios nos insta a estar unidos y a ir al cielo, por esa razón, es fundamental no negarnos a estar unidos. Cuando su carácter cambia maravillosamente, se convierte en la imagen de un ángel perfecto.
“Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas.” Fil 3:20-21
Considerando que Dios transformará la naturaleza pecaminosa de sus hijos para que sean semejantes a su cuerpo glorioso, espero que estén unidos, cultiven dignamente la apariencia de hijos de Dios y se conviertan en modelos a seguir con buenas obras.